viernes, 17 de julio de 2015

LA ALEGRÍA DEL DESEO



No está mal desear.

El despertar espiritual, la iluminación, la liberación, a menudo se identifican con la aniquilación total de los deseos y necesidades humanas.


Este es un terrible malentendido que mantiene a la gente atascada, adormecida, aburrida, desconectada, en guerra con sus cuerpos.

Estarás libre de deseo cuando seas un cadáver.

El Buda intentó aniquilar sus deseos, recuerda. No le funcionó. Finalmente se rindió y en su lugar los aceptó. Este es el Camino Medio.

Los deseos no desaparecen en el despertar. De hecho, ningún pensamiento o sentimiento lo hace. Es tu relación con ellos lo que cambia radicalmente.

Ahora, tú te reconoces a ti mismo como la inmensidad eternamente presente en donde TODOS los deseos, urgencias, impulsos, pensamientos, sensaciones, sentimientos, sonidos pueden ir y venir; el infinito cielo en el que el clima no necesita 'desaparecer,' sino donde florece. Ven lluvia, ven resplandor, ven deseo, ven tristeza, ven alegría, ven desesperación... y tú permaneces, como el espacio abierto que acoge todo.

No más deseos adormecidos, ni la intención de negarlos con la finalidad de parecer 'espiritual'; y sin embargo no hay ninguna necesidad de apresurar su cumplimiento, tampoco; no hay necesidad de correr hacia el futuro, ni escapar de un sentido de carencia o limitación. Hay una satisfacción aún más profunda, enraizada en tu propia presencia, que reconoce cada deseo y necesidad, que se inclina ante ellos, que los escucha, y que sin embargo no se convierte en su esclavo.

Ya ves, tú eres la paradoja de la divinidad y la humanidad, absoluto y relativo, sin forma y con forma:

Tú no anhelas nada, pero puedes honrar profundamente tus anhelos.
Tú no necesitas nada, pero eres capaz de inclinarte ante tus necesidades, ver lo sagradas que son.
Tú no deseas nada, pero puedes acoger el deseo, jugar con él, admirar su belleza, su inteligencia; y saber que todo deseo, en el fondo, es realmente el deseo de Ser.

Cuando eras pequeño, era sano querer comida, necesitar amor, desear objetos, para explorar tus propios límites, para probarlos, era necesario sentirte frustrado, después vindicado, después desilusionado, después aliviado, para que saborearas tu propio poder, para que aprendieras a honrar tu impotencia, para que pudieras acariciar tu libertad y tus limitaciones físicas.

La ausencia de deseos es un estado adormecido, un estado en el que temes desear y convertirte en su esclavo; eso no es libertad.

Y el deseo de terminar con el deseo es el deseo más grande de todos los deseos.

Tú te mereces amor, pequeño. Tú te mereces todas las riquezas espirituales de la vida. Tú eres precioso, y todas las montañas y árboles y océanos y estrellas se inclinan ante ti mientras caminas, porque se reconocen en ti, comparten tu poder, sienten tu corazón.

- Jeff Foster

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